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domingo, 12 de octubre de 2025

Repaso a cien años de Tradicionalismo (1868-1968)

 Curioso artículo de 1968, anterior a la designación de Juan Carlos como futuro rey

  CENTENARIO DE UNA REVOLUCIÓN (1868-1968)

 Fue don Juan Vázquez de Mella quien el 29 de septiembre de 1892, en el “Correo Español”, nos señaló la “¡Coincidencia providencial!” en dos muy importantes 29 de septiembre. Esa coincidencia ha continuado repitiéndose tras la muerte del tribuno de la Tradición y de la Hispanidad.

 La historia del Tradicionalismo está ligada íntimamente a la del liberalismo y a las hijuelas de éste, como la historia del bien está ligada a la del mal y la de la verdad a la del error. No somos fatalistas, sino providencialistas. De las coincidencias providenciales debemos sacar enseñanzas y debemos analizarlas.


 29 de septiembre de 1833. Muere Fernando VI y se entroniza a Isabel II

 Hace 135 años (1833-1968) moría, el 29 de septiembre, Fernando VII y con él moría también al decir de Vázquez Mella, “el absolutismo regalista e ilustrado que había desnaturalizado la antigua y castiza Monarquía tradicional, y comenzó el régimen parlamentario, tiranía oligárquica o corruptela, o mejor dicho, anulación lo más completa de la gran institución nacional”.

 En esa fecha subió al trono de los Reyes Católicos la niña Isabel II, para defender ese liberalismo parlamentario, hijo del absolutismo. Simultáneamente los carlistas abanderan la Tradición para recuperar el destino de las Españas y la institución monárquica, instituyendo rey a Carlos María Isidro, Carlos V.

 Desde entonces, salvo escasos periodos de tiempo, la España oficial había de está reñida con la España tradicional y auténtica.

 Una guerra de siete años, como punto inicial, y la serie de desastres políticos que han sido consecuencia de la existencia de las dos Españas, la verdadera y la falsa, han sido el balance de aquel 29 de septiembre de 1833.


 29 de septiembre de 1868. Destronamiento de Isabel II. Revolución del duque de la Torre

 Treinta y cinco años más tarde, según la explicación de Mella, “salía doña Isabel, la hija de Fernando VII, de España, habiendo tenido cerca de 500 ministros; tantos pronunciamientos, por lo menos, como años de Monarquía, amenizados por el asesinato de los religiosos y el despojo de la Iglesia, llevando por toda compañía cuatro carlistas vascongados, que le sirvieron de escolta de honor al traspasar la frontera”.

 Las fuerzas políticas que la habían entronizado para que sirviera a sus intereses, la empujaron el destierro. Llegada a su madurez política, habiendo adquirido experiencia y conocimiento del equipo que la rodeaba, quiso oponerse, de vez en cuando, a sus sectarismos, y la masonería que la había traído, se confabulaba contra ella, y hombres de tanta confianza íntima como el general Serrano, duque de la Torre, abandonan a “su” reina.

 Es entonces cuando el pueblo tradicionalista, que había respetado los últimos años del reinado de Isabel II y que incluso, una pequeña representación la acompañó hasta el destierro, ve a ciencia cierta la hecatombe que propugna la revolución liberal, y capitaneado por el joven Carlos VII, se apresta nuevamente a morir y a ser traicionado por los poderes ocultos, tras otra guerra de cuatro años. Se lucha contra el Gobierno provisional de la Regencia del duque de la Torre, contra la monarquía de Amadeo, contra la I República y contra la Monarquía saguntina, alfonsina o liberal.

 “De todos sus servidores -sigue diciendo Mella- y partidarios no salieron dos siquiera a la calle y al campo a gritar “Viva Isabel II”. Todos la abandonaron con una ingratitud que encierra dolorosas enseñanzas”.


 29 de septiembre de 1909. Muerto Carlos VII, la tradición no muere

 Cuarenta años más tarde, en septiembre de 1908, se vio claramente que la revolución liberal seguía royendo las entrañas españolas, a la par que degeneraba en bastardas revoluciones. Tuvo lugar el primer Congreso anarquista y se constituyó la C.N.T., permaneciendo impasible el régimen de Alfonso XIII, continuador de la Monarquía liberal y saguntina, y sin que se diera cuenta del cáncer político que la minaba.

 Al año siguiente, 1909, muere Carlos VII y le sucede su hijo Jaime III, precisamente en un 18 DE JULIO, fecha que había de constituir, tras veintisiete años más, el inicio de la más moderna de las Cruzadas. Pues bien, si el 29 de septiembre de 1909, mientras las tropas españolas ocupan el Gurugú africano, como hecho y símbolo de que la España tradicional e imperial no había muerto, Jaime III se decide a enarbolar la bandera de esa Tradición y empieza la redacción del primer manifiesto que había de suscribir pocos días después.

 La revolución liberal continuaba carcomiendo la Monarquía, y el anarquismo y el socialismo -hijos del liberalismo- preparaban la muerte del liberalismo. Entretanto, la Tradición se mantenía firme, a pesar de la muerte de Carlos VII. Por esas mismas fechas, Jaime III escribía la frase de que “hacía suyos los principios religiosos y patrióticos de sus antepasados y todos los manifiestos de Carlos VII, desde la carta al Infante don Alfonso Carlos hasta las afirmaciones religiosas y patrióticas de su testamento político”.


 29 de septiembre de 1931. Muere Jaime III y el anciano Alfonso Carlos pasa a ser Caudillo

 Pasaron veintidós años más. Llegamos al fatídico 1931, en cuyo 14 de abril Alfonso XIII consumó el “segundo abandono” de la Monarquía. Al nieto de Isabel II tampoco le acompañaron los suyos. Los que más lo sintieron fueron los que no eran sus partidarios, los carlistas. En septiembre, el monarca autodestronado se entrevista con su primo Jaime III, a quien confesó que no tenía tantos y tan buenos monárquicos como el abanderado de la Tradición (¡cómo los iba a tener, si él no representaba más que una institución hueca y sin contenido ideológico positivo!)

 El 29 de septiembre cae mortalmente enfermo don Jaime. Sólo escasos días habían de pasar para entregar su alma al Redentor. En realidad, dejó de existir en ese final de septiembre de 1931, mientras se debatía el ser o el no ser de España, en luchas intestinas entre los republicanos que se enfrentaban con la España tradicional.

 El peso de la bandera recayó sobre el último vástago varón superviviente de la dinastía insobornable, en el anciano e íntegro don Alfonso Carlos, quien en su juventud había defendido la Puerta Pía del Vaticano, armado con la espada de su abuelo Carlos María Isidro, y que había de dirigir al ejército carlista de Cataluña como general en jefe.


 29 de septiembre de 1936. Muere don Alfonso Carlos y Francisco Franco pasa a ser el Caudillo de todos los españoles

 Veintisiete años transcurridos desde aquel 18 de julio en que ocurriera la muerte de Carlos VII, advino el 18 de Julio definitivo, el del Alzamiento de los partidarios de los mismos principios que aquél capitaneara, acompañados de fuerzas y nuevas y juveniles, juntamente con lo más selecto del Ejército. No se podía consentir que la auténtica España se nos muriera entre las manos.

 Don Alfonso Carlos obró la maravillosa unión de todos los tradicionalistas, en un apretado haz. Representado por su sobrino, don Javier Borbón Parma, dio las órdenes de movilización de las fuerzas tradicionalistas. Llega el 29 de septiembre del mismo año y muere el anciano Caudillo.

 Entre tanto, el bilaureado general Varela, carlista y organizador de las fuerzas del Requeté, entraba victorioso -en un 29 de septiembre- a salvar la vida de los héroes supervivientes del Alcázar de Toledo, y en ese mismo día, el “Boletín Oficial” del Nuevo Estado publicaba el decreto por el que otro Caudillo, el general Franco, habría de instaurar la Monarquía Tradicional, Católica, Social y Representativa, que durante más de cien años habían defendido los carlistas abanderados por Carlos V, Carlos VI, Carlos VII, Jaime III y Alfonso Carlos, en oposición a la Monarquía liberal y las dos repúblicas antiespañola.


 29 de septiembre de 1968. La Tradición sigue viva a pesar de que el liberalismo está aliado con sus enemigos

 Ha transcurrido cien años (1968) desde la revolución de Serrano, Prim y Topete. El error continúa -y continuará- combatiendo a la Verdad, y la España afrancesada, liberal y marxista sigue luchando contra la España auténtica, tradicional y social. Los derrotados militarmente en 1939 se esfuerzan en ser victoriosos políticamente, y quieren -para ello- anular y suprimir el 18 de Julio y el 1 de abril de 1939.

 La Tradición se resiste -y se resistirá- a ser vencida y traicionada por tortuosas sendas de cobardía. El liberalismo con sus nuevas formas de progresismo y de cristianismo democrático y socialista quiere mantener su poderío monopolístico y totalitario.

 Dios quiera que este año centenario de la llamada “revolución de septiembre” o “Gloriosa”, sea una reafirmación de la institución de la Monarquía Tradicional, y que no se dé ningún paso en falso, que no sería más que una continuación de las catástrofes del 29 de septiembre de 1833 y del 29 de septiembre de 1868.

 Roberto G. Bayod Pallarés


Revista FUERZA NUEVA, nº 88, 14-Sep-1968

 

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