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jueves, 2 de octubre de 2025

Todo para demoler; pero el rey, intocable

 Artículo de 1978

  EL REY INTOCABLE ¿POR CUÁNTO TIEMPO?

 Me atrevería a preguntar “¿Por cuánto tiempo?”. Y esa pregunta, tan simple en apariencia, se funda en unos razonamientos sencillos, que expongo brevemente.

 No es extraño que periódicos de corte liberal abierto como el “ABC”, o de corte liberal sofisticado como el “Ya”, se muestren partidarios de una Monarquía “reinstaurada” y calcada sobre los viejos moldes del siglo XIX. Resulta, por el contrario, muy sintomático, que la prensa de inspiración comunista, socialista e incluso republicana acate una Institución que por su naturaleza contradice sus postulados políticos. Resulta insólito que las revistas copadas por unas directrices hostiles al sistema monárquico difundan desde sus páginas la sonrisa, el respeto y la complacencia hacia unas orientaciones diametralmente opuestas y antagónicas a sus propias convicciones. Resulta finalmente asombroso e incomprensible que los portavoces del futuro Frente Popular, Santiago Carrillo, Enrique Tierno Galván y Felipe González, acudan a palacio y rindan homenaje y pleitesía al Monarca. Para los republicanos, socialistas y comunistas el Rey es intocable.

 Junto a ese extraño fenómeno de la intocabilidad real, en todos los medios de expresión se vienen desarrollando unas direcciones y situaciones políticas que conducen directamente a la desmembración de la unidad nacional y suponen, por consiguiente, un golpe mortal de necesidad para la misma subsistencia de la Corona.

 ¿Cómo se explican ambos fenómenos? ¿Cómo se entiende que al amparo de la intocabilidad regia se planifique una estrategia política cuyo resultado final será la extinción de la Monarquía?

 La conjunción paradójica de esos dos fenómenos contradictorios entre sí, intocabilidad del Rey y realización escalonada de unos planes prefabricados que producen su defenestración, sólo puede explicarse sobre la base de unas consignas teledirigidas desde el exterior y servidas desde el interior, que teniendo por destino la destrucción de España, arbitran como instrumento idóneo para conseguir mejor dicho objetivo cobijarse a la sombra del Monarca, hacer su figura intocable, alejarle de una problemática política en cuyo nudo gordiano se halla implicada la subsistencia misma de la Monarquía.

 El Rey, víctima de ese gran fraude, sería en sus planes una especie de narcosis, de adormidera o de anestesia contra las posibles reacciones de las fuerzas nacionales. La mejor manera para los marxistas de destrozar a España sin provocar reacción alguna es mantener transitoriamente la Monarquía. Así, con seguridad, con garantía, sin miedo a rebeliones, se puede ir operando poco a poco, hábilmente, astutamente el desarme moral de las instituciones básicas, la transformación de sus mandos, la sustitución de jefes en los puestos clave: en una palabra, la desmedulación de su espíritu patriótico y nacional.

 Bajo la sombra venerable y protectora de un Rey que legal y realmente debería ser intocable, se intenta que duerman narcotizados los reactivos nacionales, aletargados y paralizados, en apariencia, e insensibles ante la ruina de la Patria que se avecina. (…)

 Julián GIL DE SAGREDO


 Revista FUERZA NUEVA, nº 617, 4-Nov-1978


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