EL REY INTOCABLE ¿POR CUÁNTO TIEMPO?
Me atrevería
a preguntar “¿Por cuánto tiempo?”.
Y esa pregunta, tan simple en apariencia, se funda en unos razonamientos
sencillos, que expongo brevemente.
No es extraño
que periódicos de corte liberal abierto como el “ABC”, o de corte liberal
sofisticado como el “Ya”, se muestren partidarios de una Monarquía “reinstaurada”
y calcada sobre los viejos moldes del siglo XIX. Resulta, por el contrario,
muy sintomático, que la prensa de inspiración comunista, socialista e incluso
republicana acate una Institución que por su naturaleza contradice sus
postulados políticos. Resulta insólito que las revistas copadas por unas
directrices hostiles al sistema monárquico difundan desde sus páginas la
sonrisa, el respeto y la complacencia hacia unas orientaciones diametralmente
opuestas y antagónicas a sus propias convicciones. Resulta finalmente
asombroso e incomprensible que los portavoces del futuro Frente Popular,
Santiago Carrillo, Enrique Tierno Galván y Felipe González, acudan a palacio
y rindan homenaje y pleitesía al Monarca. Para los republicanos, socialistas
y comunistas el Rey es intocable.
Junto a ese
extraño fenómeno de la intocabilidad real, en todos los medios de expresión
se vienen desarrollando unas direcciones y situaciones políticas que conducen
directamente a la desmembración de la unidad nacional y suponen, por
consiguiente, un golpe mortal de necesidad para la misma subsistencia de la Corona.
¿Cómo se
explican ambos fenómenos? ¿Cómo se entiende que al amparo de la intocabilidad
regia se planifique una estrategia política cuyo resultado final será la
extinción de la Monarquía?
La conjunción
paradójica de esos dos fenómenos contradictorios entre sí, intocabilidad del Rey
y realización escalonada de unos planes prefabricados que producen su
defenestración, sólo puede explicarse sobre la base de unas consignas
teledirigidas desde el exterior y servidas desde el interior, que teniendo
por destino la destrucción de España, arbitran como instrumento idóneo para
conseguir mejor dicho objetivo cobijarse a la sombra del Monarca, hacer su
figura intocable, alejarle de una problemática política en cuyo nudo gordiano
se halla implicada la subsistencia misma de la Monarquía.
El Rey,
víctima de ese gran fraude, sería en sus planes una especie de narcosis, de
adormidera o de anestesia contra las posibles reacciones de las fuerzas
nacionales. La mejor manera para los marxistas de destrozar a España sin
provocar reacción alguna es mantener transitoriamente la Monarquía. Así, con
seguridad, con garantía, sin miedo a rebeliones, se puede ir operando poco a
poco, hábilmente, astutamente el desarme moral de las instituciones básicas,
la transformación de sus mandos, la sustitución de jefes en los puestos clave:
en una palabra, la desmedulación de su espíritu patriótico y nacional.
Bajo la
sombra venerable y protectora de un Rey que legal y realmente debería ser
intocable, se intenta que duerman narcotizados los reactivos nacionales,
aletargados y paralizados, en apariencia, e insensibles ante la ruina de la Patria
que se avecina. (…)
Julián GIL DE SAGREDO
Revista FUERZA NUEVA, nº 617, 4-Nov-1978
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