CENTENARIO
DE UNA REVOLUCIÓN (1868-1968)
Fue don Juan
Vázquez de Mella quien el 29 de septiembre de 1892, en el “Correo Español”,
nos señaló la “¡Coincidencia providencial!” en dos muy importantes 29 de
septiembre. Esa coincidencia ha continuado repitiéndose tras la muerte del
tribuno de la Tradición y de la Hispanidad.
La historia
del Tradicionalismo está ligada íntimamente a la del liberalismo y a las
hijuelas de éste, como la historia del bien está ligada a la del mal y la de
la verdad a la del error. No somos fatalistas, sino providencialistas. De las
coincidencias providenciales debemos sacar enseñanzas y debemos analizarlas.
29 de
septiembre de 1833. Muere
Fernando VI y se entroniza a Isabel II
Hace 135 años
(1833-1968) moría, el 29 de septiembre, Fernando VII y con él moría
también al decir de Vázquez Mella, “el absolutismo regalista e ilustrado que
había desnaturalizado la antigua y castiza Monarquía tradicional, y comenzó
el régimen parlamentario, tiranía oligárquica o corruptela, o mejor dicho, anulación
lo más completa de la gran institución nacional”.
En esa fecha
subió al trono de los Reyes Católicos la niña Isabel II, para defender ese
liberalismo parlamentario, hijo del absolutismo. Simultáneamente los
carlistas abanderan la Tradición para recuperar el destino de las Españas y la
institución monárquica, instituyendo rey a Carlos María Isidro, Carlos V.
Desde
entonces, salvo escasos periodos de tiempo, la España oficial había de está
reñida con la España tradicional y auténtica.
Una guerra de
siete años, como punto inicial, y la serie de desastres políticos que han sido
consecuencia de la existencia de las dos Españas, la verdadera y la falsa,
han sido el balance de aquel 29 de septiembre de 1833.
29 de
septiembre de 1868. Destronamiento
de Isabel II. Revolución del duque de la Torre
Treinta y
cinco años más tarde, según la explicación de Mella, “salía doña Isabel, la
hija de Fernando VII, de España, habiendo tenido cerca de 500 ministros; tantos
pronunciamientos, por lo menos, como años de Monarquía, amenizados por el
asesinato de los religiosos y el despojo de la Iglesia, llevando por toda
compañía cuatro carlistas vascongados, que le sirvieron de escolta de honor
al traspasar la frontera”.
Las fuerzas
políticas que la habían entronizado para que sirviera a sus intereses, la
empujaron el destierro. Llegada a su madurez política, habiendo adquirido
experiencia y conocimiento del equipo que la rodeaba, quiso oponerse, de vez
en cuando, a sus sectarismos, y la masonería que la había traído, se
confabulaba contra ella, y hombres de tanta confianza íntima como el general
Serrano, duque de la Torre, abandonan a “su” reina.
Es entonces
cuando el pueblo tradicionalista, que había respetado los últimos años del
reinado de Isabel II y que incluso, una pequeña representación la acompañó
hasta el destierro, ve a ciencia cierta la hecatombe que propugna la revolución
liberal, y capitaneado por el joven Carlos VII, se apresta nuevamente a morir
y a ser traicionado por los poderes ocultos, tras otra guerra de cuatro años.
Se lucha contra el Gobierno provisional de la Regencia del duque de la Torre,
contra la monarquía de Amadeo, contra la I República y contra la Monarquía
saguntina, alfonsina o liberal.
“De todos sus
servidores -sigue diciendo Mella- y partidarios no salieron dos siquiera a la
calle y al campo a gritar “Viva Isabel II”. Todos la abandonaron con una ingratitud
que encierra dolorosas enseñanzas”.
29 de
septiembre de 1909. Muerto
Carlos VII, la tradición no muere
Cuarenta años
más tarde, en septiembre de 1908, se vio claramente que la revolución liberal
seguía royendo las entrañas españolas, a la par que degeneraba en bastardas
revoluciones. Tuvo lugar el primer Congreso anarquista y se constituyó la C.N.T.,
permaneciendo impasible el régimen de Alfonso XIII, continuador de la Monarquía
liberal y saguntina, y sin que se diera cuenta del cáncer político que la
minaba.
Al año
siguiente, 1909, muere Carlos VII y le sucede su hijo Jaime III, precisamente
en un 18 DE JULIO, fecha que había de constituir, tras veintisiete años más,
el inicio de la más moderna de las Cruzadas. Pues bien, si el 29 de
septiembre de 1909, mientras las tropas españolas ocupan el Gurugú africano,
como hecho y símbolo de que la España tradicional e imperial no había muerto,
Jaime III se decide a enarbolar la bandera de esa Tradición y empieza la
redacción del primer manifiesto que había de suscribir pocos días después.
La revolución
liberal continuaba carcomiendo la Monarquía, y el anarquismo y el socialismo
-hijos del liberalismo- preparaban la muerte del liberalismo. Entretanto, la Tradición
se mantenía firme, a pesar de la muerte de Carlos VII. Por esas mismas
fechas, Jaime III escribía la frase de que “hacía suyos los principios
religiosos y patrióticos de sus antepasados y todos los manifiestos de Carlos
VII, desde la carta al Infante don Alfonso Carlos hasta las afirmaciones
religiosas y patrióticas de su testamento político”.
29 de
septiembre de 1931. Muere
Jaime III y el anciano Alfonso Carlos pasa a ser Caudillo
Pasaron veintidós
años más. Llegamos al fatídico 1931, en cuyo 14 de abril Alfonso XIII consumó
el “segundo abandono” de la Monarquía. Al nieto de Isabel II tampoco le
acompañaron los suyos. Los que más lo sintieron fueron los que no eran sus
partidarios, los carlistas. En septiembre, el monarca autodestronado se
entrevista con su primo Jaime III, a quien confesó que no tenía tantos y tan
buenos monárquicos como el abanderado de la Tradición (¡cómo los iba a tener,
si él no representaba más que una institución hueca y sin contenido
ideológico positivo!)
El 29 de
septiembre cae mortalmente enfermo don Jaime. Sólo escasos días habían de
pasar para entregar su alma al Redentor. En realidad, dejó de existir en ese
final de septiembre de 1931, mientras se debatía el ser o el no ser de España,
en luchas intestinas entre los republicanos que se enfrentaban con la España
tradicional.
El peso de la
bandera recayó sobre el último vástago varón superviviente de la dinastía
insobornable, en el anciano e íntegro don Alfonso Carlos, quien en su
juventud había defendido la Puerta Pía del Vaticano, armado con la espada de
su abuelo Carlos María Isidro, y que había de dirigir al ejército carlista de
Cataluña como general en jefe.
29 de
septiembre de 1936. Muere don
Alfonso Carlos y Francisco Franco pasa a ser el Caudillo de todos los
españoles
Veintisiete
años transcurridos desde aquel 18 de julio en que ocurriera la muerte de
Carlos VII, advino el 18 de Julio definitivo, el del Alzamiento de los
partidarios de los mismos principios que aquél capitaneara, acompañados de
fuerzas y nuevas y juveniles, juntamente con lo más selecto del Ejército. No
se podía consentir que la auténtica España se nos muriera entre las manos.
Don Alfonso
Carlos obró la maravillosa unión de todos los tradicionalistas, en un
apretado haz. Representado por su sobrino, don Javier Borbón Parma, dio las
órdenes de movilización de las fuerzas tradicionalistas. Llega el 29 de
septiembre del mismo año y muere el anciano Caudillo.
Entre tanto,
el bilaureado general Varela, carlista y organizador de las fuerzas del
Requeté, entraba victorioso -en un 29 de septiembre- a salvar la vida de los
héroes supervivientes del Alcázar de Toledo, y en ese mismo día, el “Boletín
Oficial” del Nuevo Estado publicaba el decreto por el que otro Caudillo, el
general Franco, habría de instaurar la Monarquía Tradicional, Católica,
Social y Representativa, que durante más de cien años habían defendido los
carlistas abanderados por Carlos V, Carlos VI, Carlos VII, Jaime III y
Alfonso Carlos, en oposición a la Monarquía liberal y las dos repúblicas antiespañola.
29 de septiembre
de 1968. La Tradición
sigue viva a pesar de que el liberalismo está aliado con sus enemigos
Ha
transcurrido cien años (1968) desde la revolución de Serrano, Prim y
Topete. El error continúa -y continuará- combatiendo a la Verdad, y la España
afrancesada, liberal y marxista sigue luchando contra la España auténtica, tradicional
y social. Los derrotados militarmente en 1939 se esfuerzan en ser victoriosos
políticamente, y quieren -para ello- anular y suprimir el 18 de Julio y el 1
de abril de 1939.
La Tradición
se resiste -y se resistirá- a ser vencida y traicionada por tortuosas sendas
de cobardía. El liberalismo con sus nuevas formas de progresismo y de
cristianismo democrático y socialista quiere mantener su poderío monopolístico
y totalitario.
Dios quiera
que este año centenario de la llamada “revolución de septiembre” o “Gloriosa”,
sea una reafirmación de la institución de la Monarquía Tradicional, y que no
se dé ningún paso en falso, que no sería más que una continuación de las
catástrofes del 29 de septiembre de 1833 y del 29 de septiembre de 1868.
Roberto G.
Bayod Pallarés
Revista FUERZA NUEVA, nº 88, 14-Sep-1968
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