LA PEOR
CRISIS DE CATALUÑA
De no
repararse, se va a la suplantación del espíritu cristiano por el amoralismo y
la pérdida de la fe
(…) Cataluña, desde 1939, ha crecido en
forma impresionante en su demografía, industria, riqueza, desarrollo
financiero, tecnología, participación en órganos de gobierno, “boom”
turístico, decisivo incremento editorial, acceso masivo a los estudios y
especializaciones. Pero, en esta última década, de no repararse, se va
rápidamente a la suplantación del espíritu cristiano, que forjó y se
mantuvo firme en Cataluña, por el amoralismo, la pérdida de la fe y del seny
catalán, empujado todo ello por los propios eclesiásticos que, por lo
visto, gozan de patentes de corso para esta devastación.
Nos limitaremos a un solo ejemplo, como
símbolo de lo que viene ocurriendo impunemente en toda Cataluña. Por
ahora, sin una voz episcopal que haga servir el báculo para el fin con
que un día se le dio en su consagración episcopal. No se nos diga que desorbitamos
un hecho concreto. Tales erupciones hoy se repiten en cadena en muchas
sacristías, reuniones de matrimonios, “comisiones obreras” -encuadradas en
ciertas parroquias- homilías, revistas, libros… Además, es por enésima vez que
tales escándalos se vienen repitiendo sin que la mínima reacción pública haya
impedido la reiteración.
El tristemente famoso padre Jorge Llimona,
capuchino, que se ha permitido desde “Destino” y desde “El Noticiero Universal”
afirmar las más inverecundas y rabiosas anormalidades -que le hubieran
descalificado en otro tiempo de la Iglesia-, recientemente en “Tele-Expres” del
pasado de 27 de febrero, otra vez nos ha dejado un esquema de su mentalidad y
de las ideas que propina, que Marcuse no dudaría en suscribir. He aquí el
primer barrido de Jorge Llimona en estas declaraciones:
“La
revolución debe llevarse a cabo través de una actitud intelectual para llegar
al hombre libre, solidario y justo. Un hombre que pueda desprenderse de los
errores, del convencionalismo y del dogmatismo y hacer un hombre solidario,
como nos ha enseñado la biología, donde todos seamos iguales, donde no
existan las clases, donde todo hombre tenga las mismas posibilidades para
desarrollarse”.
Fíjese el lector cómo se reduce la condición
humana a mera biología. Ni siquiera se concede al hombre una categoría
cultural ni de moral natural. El gran libro de Jorge Llimona es la biología.
Allí ha aprendido que todos somos iguales… ¡iguales como un elefante y una
pulga!
Llimona, como es corriente en estos días, delibera
sobre el celibato sacerdotal, según sus anteojos, que no son los de Pablo VI,
pues con todo descaro se permite afirmar:
“El celibato es una cosa histórica. No
forma parte del contenido de la Revelación ni tiene un contenido teológico”.
Al preguntarle el periodista si el
sacerdote no célibe tendría obstáculos para el ejercicio de su ministerio, el
capuchino contesta con toda “frescura”:
“Si para
el desarrollo del hombre es mejor que se dé el hombre globalmente
desarrollado o globalmente relacionado, entonces es ya relativo. Pero si es
necesario el hombre especializado, entonces no. En este último caso es necesaria
la existencia del célibe. Y ello no sólo para el sacerdote, sino que para el
civil también vale. Creyente o no. Para aquel que se dedique a la
investigación, a la ciencia o a la medicina, por ejemplo. Ahora bien, como
este ser humano, hombre o mujer, tiene unas necesidades sexuales y de afecto,
creo que las tiene que poder desarrollar con otras personas que se encuentran
en la misma situación, que libremente se acepten. El hombre y la mujer deben
encontrarse a través de la libertad y únicamente a través de ella”.
Que un fraile capuchino se convierta en
partidario de la fornicación, que lo publique en letras de molde en la prensa,
y que no ocurra nada, es algo más que sintomático. Es la pérdida del sentido
cristiano en la vida eclesiástica de Cataluña, pues tales disparates
explícita o implícitamente, abierta o solapadamente, se vienen runruneando
por compadres y gemelos de Jorge Llimona, con un escándalo tan serio que ya se
ha hecho habitual y ha atrofiado toda capacidad de reacción, con grave
perjuicio de la vida moral de nuestras ciudades y poblaciones.
¡Esto sí que es grave para Cataluña! Lo de
la novela, teatro y “nova cançó” son aspectos que tienen sus vaivenes y
ritmos. Pero que por los propios eclesiásticos, sin que la voz
orientadora de la jerarquía tapone la boca y paralice la pluma de los Llimonas,
que con apellidos catalanes y lengua
catalana le están arrancando su fe, no tiene palabras con que
denunciar estridentemente la villanía que se comete contra lo más sagrado
de nuestra tierra.
El doctor Torras i Bagés en la “Tradició Catalana”
argumentaba que “todos los grandes pensadores catalanes hasta nuestros
días han sido pensadores cristianos; si alguien ha resbalado en la herejía
como Arnaldo de Vilanova (s. XIV), la cosa no ha pasado de un sueño de un
hombre que se quiso levantar por los inmensos horizontes de la contemplación,
sin tener bastante fuertes las alas de los principios de la divina revelación,
pero la herejía, tantas veces vecina de Cataluña, jamás se ha metido en ella,
y, si alguna vez ha llegado a penetrar, el carácter de los naturales,
enemigos de todo delirio, ha hecho inútil la tentativa… es porque Cataluña
era muy de veras y muy prácticamente cristiana. No sabemos lo que sucederá
con la contemporánea masonería; pero no os parece que los prosélitos que hace
no están entre los catalanes auténticos, sino principalmente entre aquella
gente ligera, enamoradiza de todo lo que es nuevo, a quien gusta ser mona de
los extranjeros, incapaces de comprender la excelencia de su imagen e
ignorantes de su historia”.
También Torras i Bagés se expresaba así: “Apagado
por la masonería el sol de la revelación, se debilita la razón natural y las
letras humanas quedan en las tinieblas; después del corto periodo del dominio
de la fantasía, de la confusión de sentimientos, de la evaporación de los más
delicados, generosos y enérgicos, el sentimiento decae y la delectación
sensual o ocupa el lugar que antes tenía la noble y humanas satisfacción del
sentimiento. El mundo de los sentimientos se hunde en ruinas; el espíritu no
encuentra dónde descansar, como la paloma de la Sagrada Biblia no encontró
donde reposar sin ensuciarse, y con tristeza busca otra vez refugio en el
arca sagrada de la Religión. Desaparecido el sentimiento, se pierde uno de
los más dulces lazos que unen a los hombres entre sí; la vida social llega a
ser fatigosa para las almas bien templadas, y el mundo queda abandonado a los
amadores de la sensualidad. El dogma del amor libre, que la masonería ha aprendido de los
animales, es la conculcación del verdadero amor y la profanación de un nombre
honrado”.
No sabemos qué diría el doctor Torras i Bagés,
tan ligado al “Cercle Artistic de Sant Lluc” y vinculado con el gran artista
Llimona, que un sucesor suyo en la consiliaría de tal institución artística y
con el mismo apellido Llimona propugnara por las soluciones biológicas, por
el relativismo, por la fornicación, ideales que, según el doctor Torras i Bagés,
son los propios de la masonería, pero que esta vez no vienen alentados por “La
Campana de Gracia” ni otros prohombres del catalanismo anti católicos. Esta
vez, y Jorge Llimona es una legión, el amor libre, el materialismo y la descristianización
vienen a través de un religioso que, además, goza de cargos de prensa, de
audiencia pública y de tolerancias episcopales.
Años atrás se hizo famosa la campaña “Volem
bisbes catalans”. Quizá ha llegado ya la hora de que los seglares católicos
de Cataluña pidamos a la Santa Sede obispos que defiendan la fe y la moral
católica de los zarpazos de los lobos. Porque esto es, como cristianos, lo
más esencial. Y como catalanes, los Jorge Llimona y sus mesnadas, consentidos
y aupados, representan la disolución y termino de Cataluña, con su
personalidad y con su alma. Lo que no se arregla con lágrimas de cocodrilo.
Jaime TARRAGÓ
Revista FUERZA NUEVA, nº 168, 28-Mar-1970
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