VIRTUDES POLÍTICAS DE LA REINA ISABEL
No es
necesario ser un especialista del reinado de los Reyes Católicos, ni siquiera
un historiador, para darse cuenta de que la Reina poseyó en grado sumo las
virtudes que deben adornar a un político.
Ya sé que hay
historiadores que afirman que Fernando fue mejor político que Isabel. Esto se
debe a que damos a la política un sentido equívoco. Si por político se
entiende solamente ser hábil y diplomático, no hay inconveniente en ceder la
palma al Rey Católico.
Pero la
habilidad y la diplomacia son virtudes menores en un político. Los grandes
políticos deben poseer virtudes mayores. Y esas las poseyó, como he dicho, en
grado sumo, la Reina Católica.
***
Para
demostrar esa afirmación no hay más que conocer su obra. Lo que la Reina hizo
durante los treinta años de su reinado demuestra palmariamente que poseyó en
grado sumo las grandes virtudes del gran político.
Si no las
hubiera tenido, ¿hubiera podido conseguir levantar España desde el caos en que
la encontró hasta la grandeza en que la dejó al morir? Descontado lo que se
puede atribuir a la suerte, que no fue poco, ¿no queda bastante para admirar
sus dotes políticas?
Solamente
quienes conozcan cómo encontró a España y cómo la dejó, pueden medir las
virtudes políticas de quien tal hazaña consiguió. Otras plumas, en este mismo
número, se encargarán de describir semejante hazaña.
***
La virtud
fundamental del gran político es la prudencia. No le deben faltar la
justicia, la fortaleza y la templanza, pero en la reina Isabel sobresalió la
prudencia. Ha sido Felipe II quien ha pasado a la historia con el sobrenombre
de “el Rey prudente”, pero también la reina Isabel hubiera merecido llevarlo.
Como la
primera cualidad del gobernante es la de acertar en la elección de sus más
importantes colaboradores, quien sepa quiénes fueron los de la reina Isabel tendrá
que reconocer que en eso tuvo un acierto total. Sin haberse rodeado de tales
colaboradores, de poco le hubieran servido sus otras dotes políticas.
¿Fue cosa de
suerte? La suerte puede sonreír algunas veces, pero cuando la suerte es
habitual, ya no es suerte; es el resultado de una gran virtud: la del
conocimiento de los hombres. La reina Isabel poseyó esa virtud en grado
excelso. ¿Intuición? Como se quiera. Quien no la posea, no podrá ser un gran
político.
***
José Antonio
dijo que “a los pueblos no los han movido nunca más que los poetas”. La Reina
Católica movió al pueblo español. ¿Con qué clase de poesía?
En primer
lugar, con la poesía de la fe religiosa. Esa poesía llevó al pueblo español a
la conquista del reino de Granada, a la expulsión de los judíos y de los
musulmanes, a la reforma de la Iglesia, a la cristianización de América. Con
ello se consiguió la unidad religiosa de España, base de nuestra unidad
nacional.
Y, en segundo
lugar, con la poesía de la fe en los destinos de Castilla y de España. A esa
poesía se debió la sumisión de los aristócratas de entonces a la Corona, el desarrollo
de la cultura, la mirada hacia el continente africano, la civilización de la
América recién descubierta y el apoyo prestado al rey consorte en sus
empresas de Francia y de Italia.
La reina
Isabel fue una mujer de fe inmensa: de fe religiosa y de fe patriótica. Sin
esas dos alas, ningún político podrá volar a gran altura. Con ellas, la reina
Católica se elevó a la mayor altura de la historia de España.
***
Otra gran
virtud política es, por ejemplo, la previsión. En ella sobresalió la reina
Isabel. El gran genio que fue Napoleón no tuvo esa virtud y por eso, a su
muerte, se derrumbó el gran imperio que soñó para su país. El imperio fundado
por Isabel no murió con ella, sino que, gracias a su previsión y a pesar de las
circunstancias adversas, se mantuvo durante una centuria.
Un político
no puede ser grande si no gobierna con rectitud de intención. Y en esto, la reina
Católica superó con mucho a Fernando de Aragón. Su rectitud de intención la libró
de cometer incorrecciones graves en la adjudicación de cargos políticos y
religiosos y la impidió dar malos ejemplos a los gobernantes de segunda fila.
Sin rectitud de intención se podrá ser un hábil político, pero nunca un gran
político.
Y fue, la
reina Isabel, una gran patriota. Su mirada estuvo puesta siempre, no en su
familia ni en sus amistades, sino en la España que estaba fundando. Cosa muy de
admirar en un momento en que los políticos de su tiempo, en España y fuera de
ella, se preocupaban más del esplendor de la Corte que de la grandeza de la
Patria. Ella vivió para Dios y para España.
Amó también
la justicia. Un slogan de toda su vida fue el de hacer justicia. Justicia con
todos: con los poderosos y con los desvalidos, con los acreedores al premio y
con los merecedores de castigo, con los conquistadores de América y con los
indios conquistados.
Fue firme en
el obrar. No le tembló el pulso al firmar sus grandes reales órdenes. Que se
nos diga cuántas reinas han demostrado, junto a la ternura de la mujer, la
firmeza viril de la Reina Isabel. Ella sí que fue la “mujer fuerte” de que
habla la Sagrada Escritura.
La brevedad
del artículo no me consiente poner aquí un capítulo que podría titularse “En
el que se demuestra lo dicho con algunos ejemplos”. Pero los conocedores de
la vida de la Reina podrán decir si he exagerado al hablar de sus grandes
virtudes políticas.
***
Y fue santa.
No ha sido canonizada por la Iglesia, ni puede que lo sea próximamente porque
no soplan por ahí los actuales vientos de la historia ni los de la Iglesia.
Pero no perdamos
la esperanza. Ya cambiarán los vientos y entonces se hará justicia, no sólo a
las virtudes políticas de la gran Reina, sino a sus virtudes cristianas. Y
será la reina Católica y la reina Santa.
P.
Venancio Marcos
Revista FUERZA NUEVA, nº 147, 1-Nov-1969
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario