jueves, 23 de octubre de 2025

Avance del marxismo entre los católicos

 Artículo de 1978

  AVANCE DEL MARXISMO

 A juzgar por el sondaje de opinión publicado (1978) en el diario “Informaciones”, relativo a los partidos de centro y de derecha, el marxismo avanza inexorablemente en España. Si fuera certero y objetivo ese sondaje, la mayoría del electorado español sería ya marxista y la Constitución y el Gobierno se habrían asentado sobre un polvorín presto a hacerlos volar.

 Como, por otra parte, todo el mundo afirma que la mayoría de los españoles somos católicos, indudablemente hay que pensar que muchos católicos votan al marxismo porque el Magisterio de la Iglesia lo consiente para su propia perdición. La Jerarquía, efectivamente, está cediendo con ingenuidad o con negligencia ante la seducción que el marxismo platónico, de papel o gobernado, ejerce sobre los espíritus insatisfechos y creyentes en que va a ser capaz de satisfacerles el marxismo gobernante. El marxismo está llevando a cabo una sagaz estrategia en España, tendente a convencer de que es posible conciliar teórica y prácticamente el marxismo y el catolicismo. ¡Y como no todo el mundo es capaz de discernimiento…!

 Los intentos que yo conozco de conciliar el catolicismo y el marxismo, invariablemente, adolecen de lo mismo: concilian o bien un catolicismo inauténtico, un pseudo-catolicismo, con un marxismo auténtico; o conjugan un catolicismo auténtico con un marxismo inauténtico; o maridan entre sí un marxismo y un catolicismo inauténticos, falsos.

 El catolicismo auténtico, el propuesto por el Magisterio oficial y tradicional de la Iglesia católica es teórica y prácticamente incompatible con el marxismo que caracteriza los escritos y los comportamientos de los maestros y dirigentes más calificados del marxismo. Como yo le manifestaba a Roger Garaudy, sin que supiera replicarme, en un turno de objeciones y cuestiones, tras su conferencia en el templo parroquial de Santo Tomás de Aquino, de Madrid, la mayoría de los católicos españoles no nos reconocemos creyentes en esa versión sui géneris del cristianismo propuesta por él; como tampoco se reconocerían muchos comunistas y socialistas en esa versión sui géneris del marxismo aventurada por él para acoplarlo al cristianismo, y por la cual lo han expulsado del Partido Comunista Francés.

 Es lo que le acontece también a Alfonso Comín, miembro del Comité Central del Partido Comunista de España y del PSUC, en su libro «Cristianos en el Partido, comunistas en la Iglesia». No piensa católicamente, no tiene fe católica quien, como Comín, escribe: «Politzer... afirma que vamos a asistir a través de la filosofía a esta lucha continua entre el idealismo y el materialismo. Este va a hacer retroceder las limitaciones de la ignorancia, y ésta será una de sus glorias y uno de sus méritos. Por el contrario, el idealismo y la religión que lo alimente harán todos sus esfuerzos para mantener la ignorancia y aprovechar esta ignorancia de las masas para hacerlas admitir la opresión, la explotación económica y social. Sin duda el desarrollo histórico de la religión cristiana permitía analizar su función social en estos términos. Tanto Politzer como los autores del Pequeño Diccionario Filosófico (soviético) habían conocido una dura experiencia histórica en la que la religión se había expresado predominantemente en una línea de opresión y de oscurantismo.» Aquí Comín, aceptando la interpretación marxista de la religión, apostata realmente del catolicismo. Es obvio que Jesucristo no quiso ser un Mesías temporal, un liberador político, sino el Redentor del pecado humano. Y la Iglesia no tiene por qué ser distinta de Jesucristo.

 Es claro que para la Iglesia lo único importante es hacer partícipes de la divina Revelación y de la Redención de Cristo a los hombres. Pero la divina Revelación y la Redención, lejos de ser opresivas y oscurantistas, son lo más valioso, lo más liberador espiritualmente y lo más luminoso intelectualmente de que puede disponer el hombre. Empezamos porque, como dice Pascal, por sí mismo el hombre ni siquiera sabe lo que es el hombre, a menos que

Dios se lo revele. Y es Dios, sólo Dios, quien revela que los creyentes somos hijos suyos y, por tanto, hermanos en Cristo. La ciencia no nos dice, no nos puede decir que somos hermanos, sino rivales, enemigos.

 El pensamiento y la ciencia del hombre contemporáneo, o bien dice —como el pensamiento de los marxistas— que el hombre no pasa de ser una porción de materia organizada (y entonces es lógico el archipiélago Gulag descrito por Soljenitsin, como son lógicas las checas españolas), o bien dicen que el hombre es una pasión inútil —como propone el existencialismo de Sartre— o una noción inventada en el siglo XVIII que ahora se desvanece como una huella que hubiéramos dejado a la orilla del mar, en una playa, como asegura el estructuralismo de Foucault. Así pues, tanto en el orbe de la ideología marxista como en el orbe de la ideología liberalista, desaparece la convicción de que el hombre es digno de todo respeto y titular de derechos inalienables, porque es criatura e hijo de Dios, con una naturaleza prefijada para siempre por el Creador, que nadie puede alterar ni dejar de respetar.

 Por el contrario, resulta realmente oscurantista y fatalmente opresivo el universo adonde se extiende la vulgata marxista, dogmáticamente impermeable a la noción cristiana del hombre, irrespetuosa de los fueros de la persona humana, fosilizada en los supuestos o postulados formulados por Marx, que no pueden abandonar los marxistas, a menos que dejen de ser realmente y confesionalmente marxistas. Cuando uno lee la Sagrada Escritura y los fines que Dios propone al hombre y lee las Resoluciones y los Estatutos del PCE en su último Congreso, observa que cristianismo y marxismo son diferentes e incompatibles.

 Eulogio RAMÍREZ


Revista FUERZA NUEVA, nº 620, 25-Nov-1978

 

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