“VAE VICTIS” CONTRA ESPAÑA ¿Qué cabida de “digna”, en el supuesto marco legal “integrador”, tienen los millares españoles expulsados de Vascongadas por decreto de ETA y los millones de habitantes en ellas y en Navarra, dos regiones sin ley, sin seguridad de vidas y haciendas, aherrojados por el terror de un grupo de asesinos ante los brazos cruzados del Gobierno, “espectador”, que se dice, por sarcasmo, defensor de los derechos humanos, y los millones de españoles inmigrados en Cataluña y Vascongadas a cuyos hijos les va a imponer el Gobierno de Suárez, sin recurso, ser enseñados en lengua y cultura vernáculas, en violación de las convenciones internacionales reguladoras de aquellos derechos y suscritas por España, las cuales exigen la enseñanza en el propio idioma, mientras el presidente Suárez repite sin cesar que lo que no consentirá nunca es la dominación del país por un grupo o una facción? A esta imposición, auténtico apartheid, no han llegado en la forma que lo establece nuestro marco legal ni las potencias europeas en sus colonias de Asia y África con la población aborigen, más afortunadas desde luego que lo será la población española en las “nacionalidades” autónomas. Y esto se impone en Cataluña, en la cual en la provincia de Barcelona el uso familiar del catalán es el 35 por ciento y el 65 del español, y en Barcelona (ciudad con población no catalana mayoritaria) es el 47 y el 49, respectivamente, y apenas un 5 por 100 habla en Vascongadas el vascuence. Para mayor infamia colonial, esta segregación no corre a cargo de las “nacionalidades” sino del presupuesto del Estado que pagamos todos los españoles. ¿A esto puede llamarse esperanzador futuro de una prolongada y fructífera convivencia civil? ¿Existe posibilidad de convivencia y cabida digna para la España que ve cómo a la más incalificable amnistía se contesta con crímenes masivos por parte de los etarras, a cuyos autores el Gobierno no descubre ni juzga; que, a la concesión de la ikurriña y demás enseña separatistas se responde con quemas incesantes de banderas españolas, sin castigo jamás por parte del Gobierno Suárez: que ante la apertura sin límite a las autonomías se enarbola el principio de la independencia, cuyos partidos, cuya propaganda y actos públicos se permiten totalmente, y las propuestas de secesión se consienten y se debaten en las Cortes, lo cual no se ha dado en país alguno europeo, y a favor de aquellos partidos consiente el Gobierno sustituir los Ayuntamientos y Diputaciones legítimas por comisiones gestoras ilegales que prepararán en las elecciones el triunfo del separatismo y la anexión colonial de Navarra? Se pretende raer de esas regiones cuanto se refiere a la presencia y el recuerdo de España, de hecho convertida en ellas en nación enemiga. En la nomenclatura de las calles barcelonesas se suprimen los títulos de Reyes Católicos, Hispanidad, Avión Plus Ultra, Covadonga, Concordia y tantos otros; en pueblos guipuzcoanos el nombre de España es sustituido por el de uno de los asesinos ajusticiados. El consejero de Educación de “Euskadi” -es todo un símbolo de lo que serán allí la enseñanza o la cultura- afirma, sin que se le destituya y procese, que si resucitara Sabino Arana, el hombre que decía ser el pueblo español el más vil de la tierra, vería y amaría como hijos a los miembros de ETA y a los partidos abertzales, a los cuales recibió el presidente Suárez el año pasado, les convoca e invita humilde el vicepresidente segundo a cenas de trabajo y pacto, mientras por las mismas fechas caían asesinados dos militares -sin que tampoco se descubra a los autores, claro está- y en el Parlamento un diputado abertzale y un diputado separatista catalán apologizan el terrorismo, aquél, y la independencia, ambos, como si el Gobierno admitiera por anticipado el “vae victis” de los separatistas a la pervivencia de España. Al margen de cinismo políticos y de dialécticas enmascaradoras, la realidad -sonrojante- es que hay una España enormemente mayoritaria que está aherrojada, agredida, vejada y negada en sus derechos por el sectarismo revanchista de una minoría -gobiernos, partidos, Cortes y ciertos sectores eclesiásticos- que se atribuyen gratuitamente la significación de la otra España. Y a la España victimada se la inflige por añadidura el máximo agravio moral, el trallazo espiritual de afirmar que la transición tiene lugar sin traumas y de presentar cada acto atentatorio contra ella como un paso más hacia la reconciliación y la paz. ¡De los fariseos líbranos, Dios! Carmelo VIÑAS Y MEY
Revista FUERZA NUEVA, nº 609, 9-Sep-1978
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