ORIENTACIÓN DESORIENTATIVA DE NUESTROS
OBISPOS
EL reducido
número de obispos españoles integrantes de la Comisión Permanente de la
Conferencia Episcopal Española ha hecho pública una «nota» para «orientación
pastoral de los fieles... desde una perspectiva religiosa y moral,
completando lo tratado en documentos anteriores». La nota es tan vaga, tan
ambigua, tan desorientativa que si recurriéramos a «documentos anteriores»
del episcopado no difícilmente podríamos demostrar la contradicción existente
entre lo que nos enseña y deja de enseñarnos ahora el Magisterio de estos
obispos y lo que nos enseña el documento de otros obispos de ahora y de
antes, a través de sus cartas pastorales individuales o colectivas. ¡Tan
deficiente es el magisterio de las notas!
Antes, cuando
el Episcopado español no se había organizado (o desorganizado) en
Conferencia, cada obispo en particular o los metropolitanos, y a veces todos
los obispos en general, nos dirigían profundas, claras y exhaustivas cartas
pastorales por donde los católicos españoles podíamos ver con claridad, sin
ambigüedades, ni contemplaciones, ni ambages lo que la moral católica
imperaba en cada momento, al traducirla desde el Evangelio y desde la
teología hasta la circunstancia concreta de España. Ahora, desde el Vaticano
II, las encíclicas y las cartas pastorales han caído en desuso y, con ello,
en lugar de orientarnos, se nos desorienta a los católicos. Este es el caso
de la nota del 28-IX-78.
• • •
Yo no sé bien
qué pretenden significar los obispos cuando denominan a su comunicado
«orientación pastoral». Parece como si eso quisiera decir que los pastores,
con esa orientación, nos condujeran a la grey de los católicos a los buenos
pastos; colectivamente, como llevan los pastores a su rebaño. Sin embargo, los obispos con esta nota nos dicen que cada cual puede ir a
apacentarse por sí mismo en la dirección que quiera: que puede votar
contra la Constitución, que puede votar a favor de ella, que puede abstenerse
de votar o votar en blanco. Y eso nos lo dicen «desde una perspectiva
religiosa y moral», desde el primer punto de la Nota.
Ya en el
tercer punto, los obispos efectúan una reducción. Ya nos hablan de cuando una
Constitución se justifica amoralmente», no cuando se justifica desde un punto
de vista religioso. Como se ve, este grupo de obispos españoles —que no
comprometen a toda la Iglesia— no sólo
intentan secularizar España, sino que aceptan la tesis secularista (desechan
la tesis católica) para enseñarnos cuándo está justificada una Constitución.
Estos obispos, si bien se mira, justifican a una Constitución no con
criterios específicamente católicos, sino
con los mismos criterios que la justificaría un ateo liberalista.
Más
claramente, los obispos han querido
olvidarse que para justificarse una Constitución, desde el punto de vista
religioso, es menester que sea formulada
desde el postulado religioso, desde el artículo de la fe, consistente en
creer que «todo poder viene de Dios» y ha de ejercerse conforme a la Ley
moral promulgada por Dios. Así debe creerlo un católico por la revelación
de Jesucristo a Pilato y por la revelación de San Pablo a los romanos,
especímenes de una revelación patente o latente en cada página de la Historia
Sagrada.
Y si dejamos
la Sagrada Escritura y apelamos al Concilio Vaticano II, el Magisterio
universal y solemne de la Iglesia nos enseña, recogiendo unos conceptos de la
encíclica de Juan XXIII, «Pacem in terris», que «el orden social hay que
desarrollarlo a diario, fundarlo en la verdad, edificarlo sobre la justicia,
vivificarlo por el amor. Pero debe encontrar en la libertad un equilibrio»
(Gaudium & Spes». 26). Ahora bien, nuestra Constitución, que funda el
orden social en la soberanía del pueblo, ignorando la soberanía de Dios, no
funda el orden social en la verdad, ni hace justicia a Dios, ni está movido
por el amor, sino por la lucha de clases, por el odio, ni encuentra en la
libertad su equilibrio, sino su desenfreno, su negación.
Más todavía.
Si seguimos leyendo el Vaticano II, encontraremos algo aplicable a la
Constitución desde el punto de vista religioso, que también han querido
sustraernos estos obispos: «Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el
mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad... y de orientar a Dios
la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de
todo» (G. & Sp. 34)... «Si la autonomía de lo temporal quiere decir que
la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla
sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la
falsedad envuelta en tales palabras» (G. & Sp., 36)... «A la conciencia
bien-formada del seglar toca lograr que la Ley divina quede grabada en la
ciudad terrena» (G. & Sp. 43).
• • •
Pues bien,
todos esos imperativos religiosos que estos obispos han querido olvidar, son
menospreciados por la Constitución española y, por consiguiente, es obligado
que el católico, como quiera ser fiel a su religión, vote contra la
Constitución que la clase política hoy dominante nos propone a referéndum.
Dicen estos obispos: «Una Constitución se justifica moralmente si salva,
globalmente, éstas o parecidas exigencias: Que ofrezca una base idónea para
la convivencia... Que respete los valores espirituales del votante»...
Ahora bien,
como desde el punto de vista religioso católico, esa Constitución «no ofrece
una base idónea (católica) para la convivencia», ni respeta los valores
espirituales del votante (católico), la conclusión que debieran haber sacado
los obispos es que los católicos tienen obligación de votar contra esa
Constitución.
Eulogio RAMÍREZ
Revista
FUERZA NUEVA, nº 615 , 21-Oct-1978
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